La innovación de la herradura con clavos para las caballerías, supuso un gran avance social de la época -en la Alta Edad Media-, para la guerra el comercio y la agricultura. Fue una solución ingeniosa, fruto de la observación y el conocimiento del casco de los équidos, que surgió ocasionado por el roce de la suela del animal sobre terrenos ásperos, áridos y especialmente duros o pedregosos, agudizado este hecho por el sobrepeso del jinete. Las primeras referencias arqueológicas constatadas, que se tienen de un caballo herrado con clavos, es de la tumba de Childerico, rey franco de finales del siglo V, y hasta la Edad Media no se generalizó, al menos en Europa, su uso. El enorme coste en la fabricación de herraduras, hacía que en las primeras épocas sólo se herrasen los caballos de personajes ilustres y los destinados al comercio. Las herraduras suelen ser de hierro forjado, realizadas, primero, directamente en fragua y a partir del siglo XIX, fabricadas mediante maquinarias apropiadas.