Mucha, muchísima España negra se deja derramar a grifo abierto por las páginas que siguen, transidas todas ellas del más genuino pan y circo, de supersticiones trasnochadas y barbarismos a granel, de eruditos a la violeta y figuras bíblicas que sirven a nuestro autor para hacer un fiel retrato del más descollante pecado que se da en el solar patrio: la envidia. Es este un libro póstumo, con lo que ello comporta. Lástima de las grandes el genio perdido justo a las puertas de la madurez creativa y vital, seco ya para siempre el tallo joven en la flor de la edad, aunque es menester quedarse con la memoria de sus logros y conquistas, de su defensa a ultranza de uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: la libertad. Joaquín Málaga