Uno de los hitos que no podemos esquivar en el camino del conocimiento ha de ser darnos cuenta de que todo lo que nos han enseñado desde la cuna forma un sistema de creencias que distorsionan el aprendizaje nuevo, que hace de filtro a la imagen que capta nuestra mirada, un filtro coloreado que, como los espejos de la ferias, distorsionan la realidad que percibimos e interpretamos intelectualmente. Así, el hombre de conocimiento se ve en la necesidad, más temprano que tarde, de desaprender todo lo aprendido, para poder mirar el mundo con una visión objetiva. Esta tarea destructiva, a realizar una y otra vez, no es más que el desbroce de la tierra antes de plantar una semilla nueva, la limpieza del terreno en el que construir nuevos y fuertes cimientos. Así, por eso, como dijo el sabio Nisargadatta, la ignorancia es la madre del conocimiento. Pero no se ha de entender este mecanismo cíclico de desenculturación, como una actividad puramente destructiva, sino como un paso necesario en el proceso del conocimiento. Un proceso que nos lleva en definitiva a darnos cuenta de que la misma actividad mental sobre la que basamos todas nuestras ciencias físicas, no es más que una herramienta que no posee per se la capacidad de conocer, de saber, pues el conocimiento, como sabremos más adelante es posible, pero no es el producto de la actividad intelectual sino de algo más profundo o elevado.
Zatoichi
El Afinador
Diccionario de Onomatopeyas del Cómic
Lance 04