Irene pierde a su padre siendo muy niña y la tristeza de su ausencia la acompaña siempre, hasta que su trabajo la lleva a vivir a Olba, en la montaña asturiana; una pequeña villa cuyo pasado está habitado por seres ejemplares que la ayudan a llenar el vacío paterno. Irene conjura el olvido de estos seres y del propio lugar que habitaron con la única arma que tiene a su alcance: el peso de la palabra escrita.