La silla de borres elevados (delantero y trasero), logra el encajonamiento del jinete y proporciona, aún sin estribos, gran estabilidad en la monta a caballo. Los escitas, empezaron a utilizar rudimentarias sillas de montar -sillas de Pazyryk, siglos VI-V a.C.- que consistían, en dos cueros rellenos al que se incorporaban bajo la almohadilla un cojín de fieltro, y a partir del siglo V incluso con soportes rígidos (verdaderas sillas). Los romanos desde finales del siglo II a.C., probablemente tomada de los celtas, empleaban un modelo de silla arzonada. Se trataba de una verdadera silla de montar con estructura de madera, dotada de unos pomos accesorios de bronce con cubierta de cuero. Esta silla encajonaba al jinete y aseguraba un asiento acolchado para proteger tanto al jinete como al caballo.