Nadie podría haber inventado La Habana. Es demasiado atrevida y contradictoria y, a pesar de 50 años de abandono, rematadamente bonita. Cómo lo consigue, nadie lo sabe. Tal vez sea su intrépida historia, el espíritu de supervivencia o la infatigable energía de la salsa que rebota en las paredes y emana con fuerza, principalmente de su gente. No hay que llegar allí buscando respuestas, solo con la mente abierta y preparado para una larga y lenta seducción.
? Dejar volar la imaginación por las sugerentes calles adoquinadas de La Habana Vieja.
? Mapas.
? Pasar el rato con los habaneros viendo romper las olas y escuchando a los músicos callejeros en el Malecón.
? Transporte.
? Contemplar los sólidos fuertes coloniales que antaño protegían la ciudad de sus peligrosos enemigos.
? Restaurantes y alojamiento.
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