«Lo he acompañado durante casi cuarenta años, los primeros doce en Cracovia, luego veintisiete en Roma. He estado siempre con él, junto a él. Ahora, en el momento de la muerte, él ha partido solo. [...] ¿Y ahora? ¿Quién le hará compañía en la otra orilla?»
«Vendrás conmigo. Aquí podrás proseguir tus estudios y me ayudarás». Con estas palabras, el 8 de octubre de 1966, el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, le pidió a un joven sacerdote polaco que se convirtiese en su secretario privado, cargo en el que le mantuvo también tras ser elegido Pontífice. Desde entonces, don Stanislao Dziwisz ha compartido con Juan Pablo II todos los momentos decisivos de su vida, organizando su agenda cotidiana y recibiendo sus confidencias, escuchando sus pensamientos, sus preocupaciones. En este libro, junto al periodista Gian Franco Svidercoschi, Dziwisz recorre las etapas más significativas de la vida de Karol Wojtyla: desde su labor pastoral cuando era un joven obispo hasta su elección como Pontífice en 1978; desde su apoyo al sindicato Solidaridad al atentado del que fue víctima en 1981; desde la histórica Jornada de Oración por la Paz en Asís al Jubileo del 2000. Hasta abril de 2005, la última vez en que don Stanislao «veía su rostro», antes de cubrirlo con un velo de seda blanco y aguardar a que el ataúd de ciprés fuese cerrado.
Pero el libro también es la crónica de la vida cotidiana del Papa, de sus frecuentes viajes apostólicos al extranjero, de las largas horas que transcurría rezando, de su enfermedad, que vivió como una realidad que debía ser aceptada y mostrada a los ojos de los demás sin rubores. Como trasfondo, un escenario histórico en transformación, sacudido por sucesos como la caída del Muro de Berlín o el 11-S.
Enriquecidas por numerosos detalles inéditos sobre la vida de Wojtyla (el Concilio Vaticano II y el Cónclave de 1978; las relaciones con el régimen comunista polaco y su encuentro con el hombre que atentó contra su vida, Alí Agca), estas páginas representan un testimonio único e imprescindible para comprender plenamente la extraordinaria figura de Juan Pablo II y el profundo significado de la herencia que nos ha legado.