Aquel hecho histórico lleno de esperanza que se inauguró el primero de enero de 1959, que tanto alborozo, admiración y expectativas despertó, cuando menos se ha convertido en parte de una articulación mítica, que justifica las relaciones e instituciones en el llamado mundo revolucionario. A liberarnos del mito revolucionario y de su función legitimadora, nos ha ayudado el cine de Tomás Gutiérrez Alea. Su obra nos permite acercarnos a la comprensión de la poliédrica realidad cubana. Con un buen análisis de las películas realizadas durante las cuatro décadas de revolución que vivió el director, podemos entender mejor el presente, la coyuntura actual del régimen cubano. Gracias a la enorme agudeza analítica y discursiva de sus películas hemos podido mirar al frente a ese fenómeno histórico que es la revolución cubana.