De esta forma, terminaba Federico García Lorca una misiva con ilustraciones dirigida a Jorge Guillén en enero de 1927. La advertencia del poeta no debería pasar desapercibida. Este ensayo pretende dejar constancia de la continua presencia de dibujos como éstos, enviados por los artistas de las denominadas vanguardias históricas a modo de guiños, regalos o simples muestras de amistad, mediante el servicio postal. Asimismo, se pregunta acerca del significado, el interés, la intención y la finalidad de estas manifestaciones. Aunque su consideración como elementos anedóticos ha provocado un tardío estudio, los dibujos, entendidos como parte integrante de las cartas, en su condición de escrituras del yo, se convierten en teselas esenciales para iluminar los espacios en sombra de nuestra historia cultural. Son igualmente una reflexión sobre el propio mundo del creador y sobre el horizonte de expectativas que su personalidad suscita en los destinatarios. En este sentido, el análisis exhaustivo de llos diferentes aspectos de las fuentes epistolares supone una tarea fundamental, urgente e insoslayable para conocer, descubrir, y (re)construir la historia de la estética, la literatura, el arte y la cultura de España.