Los comitadjis (1932) es el último gran reportaje de Londres, centrado en el terrorismo de los Balcanes, tan inquietante como divertido, y con ecos inevitables del conflicto bélico de los años noventa del pasado siglo.
China enloquecida (1922) y La guerra de Shanghái (1932) nos pintan dos momentos distintos de la China de primer cuarto del siglo XX sometida a conflictos de todo tipo, y en donde reinaban el caos y el desorden. La guerra de Shanghái, que tenía que haberse convertido en el último gran reportaje del autor, le costó la vida a él mismo en un incendio posiblemente provocado en el barco en el que viajaba de vuelta a casa.
Con un estilo directo, incisivo e incluso divertido, Londres comprendía como nadie que «el cometido de nuestro oficio no es complacer, ni tampoco perjudicar, sino meter la pluma en la llaga.»